Este contenido, digerido en parte, irrita las paredes del esófago, dada su alta acidez, y causa la sensación de ardor de la que hemos hablado. Este reflujo se ocasiona porque el esfínter del esófago no se cierra bien y posibilita el retorno parcial de este material. Sin embargo, cuando los episodios de acidez gástrica dejan de ser ocasionales y esporádicos para convertirse en continuos y darse con más frecuencia, se hace obligatoria una visita a su médico especialista digestivo, ya que tras esos síntomas pueden esconderse otras patologías como una hernia de hiato o una enfermedad por reflujo gastroesofágico.
Además, si este reflujo es frecuente, puede terminar dañando el recubrimiento del esófago y causar problemas más serios, por lo que cuanto antes se ataje este problema más se va a beneficiar su salud y su calidad de vida. Incluso se está constando en los últimos años un aumento del número de personas que sufren estas molestias. Responsables de este incremento son nuestros cambios en los hábitos alimenticios y nuestro estilo de vida, cada vez menos saludable, y con más estrés.
Por ello, algunas modificaciones en nuestra forma de vida, reduciendo el estrés con alguna técnica de relajación, dejando de fumar o practicando algún ejercicio físico adecuado a nuestro estado de salud (siempre que no sea inmediatamente después de comer o antes de irse a la cama) van a contribuir a que mejoremos de estas molestias. Adelgazar, si se tiene sobrepeso, no usar correas o pantalones demasiado apretados alrededor de la cintura o dormir con la cabeza ligeramente levantada, también son factores que van a aliviar los síntomas de la acidez gástrica.
En cuanto a nuestro hábitos alimenticios, existen una serie de alimentos a evitar si no queremos agravar el problema, alimentos como el tomate, los cítricos, el café, el alcohol, el chocolate, comidas muy especiadas o picantes o los alimentos muy grasos y fritos. Irse a la cama recién comido y las comidas muy abundantes también son hábitos a evitar.